Descripción del sitio
En el actual Paseo de Sán Cristóbal, aconteció uno de los episodios
más oscuros y sangrientos de la historia Toledana, lo que se conoce
como "Una noche toledana" (O "La Jornada del Foso")
En
lo que fuera antiguamente el barrio conocido como "Montichel", por ser
una de las siete colinas sobre las que se asienta Toledo, en el actual
Paseo de San Cristóbal, aconteció uno de los episodios más oscuros y
sangrientos de la historia Toledana, lo que se conoce como "Una noche
toledana".
Nos situamos hacia el año 190 de la Hégira, hacia nuestro 812;
gobernaba Tolaitola un joven llamado Jusuf-ben-Amru, déspota y cruel
con todos los toledanos, múltiples fechorías cometía amparándose en su
poder: raptaba doncellas, y daba muerte a todo aquél que se oponía a
sus terribles métodos.
Tanto era el descontento popular que un levantamiento no se hizo
esperar y los toledanos tomaron la ciudad. Una comisión de nobles
advirtió al joven gobernador de lo peligroso de la situación, pero
éste, ignorando los sabios consejos, continuó intentando defender la
ciudad, enviando a su guardia personal e intentando aplastar el
levantamiento de su ciudad. Viendo los nobles que Jusuf quedaba poco
protegido, decidieron darle captura. El pueblo pidió la cabeza del
joven y éste fue ejecutado.
Los nobles enviaron noticias al Califa de la situación que Toledo había
vivido bajo el gobierno de Jusuf y de los sucesos recientes. El Califa
hizo llamar a su fiel servidor, padre de Jusuf a la sazón, y le contó
el triste final del que fuera su hijo. Amru, padre del gobernador
ejecutado, pidió al Califa que como pago a sus favores fuera enviado
como nuevo gobernador a Toledo para que, gobernando rectamente, pudiera
enmendar los errores de su hijo y recobrar el honor perdido por su
familia.
El Califa confió en la palabra de Amru, y éste partió hacia Toledo. Los
toledanos lo recibieron con miedo y recelo, bien sabían que era el
padre del gobernador al que habían pedido ejecución.
Sus temores fueron infundados, ya que Amru gobernó de forma paternal y
con nobleza ante la aristocracia. Escuchaba a sus súbditos y respetaba
sus opiniones.
Pero Amru era orgulloso y ocultaba sus verdaderas intenciones.
Necesitaba ganarse la confianza de aquellos que asesinaron a su hijo.
La ocasión para su venganza se presentó un buen día que el hijo del
Califa hizo una parada en Toledo camino de Zaragoza. Amru agasajó a su
invitado con un gran banquete al que previamente invitó a todos los
principales de la ciudad. El ágape se preparó en una residencia que el
gobernador se había hecho construir en la actual zona de San Cristóbal,
ya que jamás quiso residir en el Alcázar Toledano, por los nefastos
recuerdos que le traía.
Los nobles toledanos se prepararon con sus mejores galas para ir al
banquete en honor del futuro califa preparado por el gobernador. Las
estrechas calles de Toledo, apenas iluminadas por las antorchas, veían
pasar el cortejo de todos ellos acompañados de sirvientes y mujeres.
Al mismo tiempo que accedían a la residencia, la guardia personal del
gobernador, muchos de los cuáles habían servido fielmente a su hijo,
acompañaban a los invitados a un lugar apartado donde con afilados
alfanjes iban segando sus cabezas y sus cuerpos eran arrastrados a un
subterráneo.
Cuenta la leyenda que, cuando Amru, padre de Jusuf y fiel servidor del
califa vió caer la última cabeza exclamó: "¡Hijo mío, ya puedes
descansar en paz, pues ya estás vengado!"
Con la llegada del alba, los toledanos pudieron contemplar con todo su
horror el espectáculo que había acontecido en la residencia del
gobernador. Cientos de cuerpos y cabezas se amontonaban con un rictus
de espanto en el patio, mientras que las de algunos, los más
principales, colgaban cual pendones de las almenas de palacio.
Una "noche toledana" significa, todavía hoy, para muchos hispano
hablantes, una noche de terror, desapacible, que infunde miedo en el
alma...